Pero así contnuó mi vida pre escolar. MI padre me
insistía en que lo acompañara al
cuarto de baño para poder ver cómo se afeitaba y lo
hacía por darle gusto, pero tan pronto y
como terminaba, corría al cuarto de mi madre para
deleitarme con su ritual de belleza. Casi
puedo describirte paso a paso todo lo que ella hacía.
Desde el talco, el desodorante, el peinado,
el maquillaje, su ropa. No perdía detalle, era como si
estuviera esperando un “ahora tú”.
Una tarde del verano, la ciudad estaba siendo afectada
por una tremenda sequía de tal
manera que mi madre decidió racionalizar el agua disponible
y nos reunió a mi hermana y a mi
en el cuarto de baño para ducharnos simultáneamente.
Fue cuando la vida me asestó el primer
golpe en seco. Me di cuenta que el cuerpo de mi
hermana y el mío no eran iguales. Yo tenía
algo más que ella no tenía. Pero ¿Por qué?
Ahora sí me sentía distinta, diferente. Ahora podía
entender vagamente el por qué no
me trataban igual que mi hermana. Y el siguiente golpe
de la vida se dio cuando a los pocos días
fue mi padre quien me metió a la ducha para bañarme
con él. Madre mía. Pero si él no era una
niña, tenía lo mismo que yo entre las piernas. Vaya
confusión tan tremenda.
El saberme diferente me afectó mucho en mi autoestima,
a esa temprana edad de los 5
años, ya era yo introvertida, tímida, retraída. NO
quería socializar con mis primos ni con los
vecinos. NO quería que nadie me viera. Y esto fue
forjando mi carácter así. Siempre tuve
mucho miedo de preguntarle a mis padres el por qué yo
era distinta. Tenia pavor de perder el
cariño de mi padre y me daba mucho miedo el saber que
mi madre me podía castigar. Fué así
como mis padres significaron mi primer ejemplo de
“rechazo” involuntario.
Desde ese momento mi vida quedó marcada para siempre.
Una niña introvertida,
callada, temerosa, con autoestima baja y con un gran
temor por perder el amor de sus padres y
lo peor de todo, perdiendo la oportunidad de gozar de
su apoyo incondicional en base al amor y
el cariño.
Así transcurrió mi infancia. A escondidas me ponía la
ropa de mi hermana, los zapatos
de ella o de mi mamá, pero siempre con el tremendo
miedo a ser descubierta, a ser señalada a
ser marginada. Siempre escondida dentro de un armario
o dentro del cuarto del baño. En la
clandestinidad total. Era mucho sufrir. Por las noches
aprendí a quedarme dormida de lado,
con las piernas flexionadas de manera que pudiera
colocar mi pene entre los muslos y le pedía a
Dios que al despertar ya no estuviera, que se hubiera
ido para siempre y lo apretaba fuerte
fuerte hasta que el sueño me vencía.
A los diez años de edad pasaba ya por una crisis
tremenda. En una ocasión pensé en
cortarme yo misma el pene con la navaja de afeitar de
mi padre. Llegué a tenerla en mis manos
pero el miedo, siempre el miedo, me detenían. No
paraba de llorar. Así es de que un sábado me
decidí a hablar con mi padre para pedirle ayuda.
Estaba decidia a todo. No podía más. Bajé las
escaleras al medio día. Él estba sentado en la sala
bebiendo una cerveza, leyendo el periódico y
esperando la hora de la comida. Mi madre estaba en la
cocina. Decidida por primera vez en mi
vida, baje la escalera y me dirigí a mi padre con los
ojos llorosos. Al verme llegar a su lado, me
dio un abrazo. Aún siento la barba en mi mejilla. Y me
dijo:
- ¿Por qué lloras chaparro?
Simplemente no pude abrir la boca más. Sentí que la
garganta se me cerraba al punto de no
permitirme la respiración. Como pude logré safarme de
su abrazo y corrí al cuarto de baño
donde pude recuperar el aliento. Me enfadé
terriblemente conmigo misma y me promtí que el
siguiente sábado lo haría sin falta. Estaba decidida.
Nunca llegó ese sábado. Mi padre amaneció muerto por
un infarto al corazón a los 45 años
de edad, tres dias después de mi primer y único
intento por hablar con él.. Ese fue sin duda el
siguiente golpe en mi vida. Me arrebató a la única
persona a quien podría haberle pedido su
ayuda. Estaba segura que el amor de un padre estaba
por encima de cualquier cosa. Había
perdido para siempre la oportunidad de mi vida en el
único momento en el que parecía que
retomaba mi amor por mi misma.
Mi adolescencia fue abrumante. Llegó la testosterona y
los cambios corporales. Me creció
la esplada, me salió bigote y vello en todo el cuerpo
y la voz se me hizo horriblemente gruesa.
Mi cuerpo cambiaba para mi total y absoluta desgracia.
Algunos de esos odiados cambios aún
me acompañan como un cruel y despiadado recordatorio
de mi indecisión y mi falta de carácter.
NO podía luchar mas pero, ¿Algún día lo hice? Acepté
que tenía que hacerme a la idea de
que tenía que seguir viviendo como lo esperaba mi
familia y mi sociedad. Como un hombrecito.
La depresión me comía por dentro, la desesperación
marcaba mi alma y la frustración fué
creciendo poco a poco, estaba desesperada, me sentía
derrotada y sin esperanza alguna.Todo
esto desembocó en un intento de suicidio. Terminé en
la unidad de urgencias de un hospital y
en el departamento de psiquiatría donde escuché por
primera vez la palabra Transexual Tenía
entonces 22 años de edad. Esto fue una experiencia
horrible, yo me asusté mucho, me dio
miedo el pensar que en verdad estuve a la puerta de la
muerte.
Es por esto que tomé la decisión de “curarme” a mi
misma y para ello, mi razonamiento fue
simple, absurdamente simple: tendría que hacer lo que
la sociedad espera de cualquier hombre.
Contraer matrimonio y tener un hijo. Y me decidí a
hacerlo. No quise esperarme mucho.
Finalmente me casé con una mujer maravillosa y tuvimos
dos hijos. Ella fue y ha sido mi
única pareja sexual en mi vida. Nunca tuve una novia
previamente.
Pero cuando me dí cuenta que con esto no me iba a
“curar” y el internet me hizo abrir los
ojos ante mi realidad, era ya demasiado tarde. Había
ya dos hijos de pormedio. Casi
enloquecía. Pues yo misma me había puesto la soga al
cuello. No había ya solución alguna. NO
había escapatoria.
Mi vida marital se fue a pique por mis constantes
depresiones, por mi llanto interminable
hasta que un día víctima de una crisis tremenda abrí
mi boca ante mi esposa. Jamás en mi vida
le he hecho daño a nadie. Pero ahora había destrozado
la vida de una mujer espléndida. Ella
luchó a mi lado en vano con terapias de pareja por dos
años mas. Hasta que finalmente se dio
por vencida y me propuso la separación.
Hoy en día, tengo 51 años. Vivo en tremenda soledad.
Algo que no he podido superar en
dos años. He tratado de ver la posibilidad de asumir
mi vida e iniciar una transición ahora que
estoy sola pero el tiempo ya está en mi contra. Los
cambios que generó la testosterona en mi
cuerpo han sido profundamente terribles.
Incorregibles. Y Ahora mi aspecto luce mucho muy
lejos de lo que siempre soñé. Ser una mujer bonita y
elegante.
Constantemente me siento derrotada y me derrumbo.
Siento que no puedo más. llevo un
año fumando. Sé como doctora que esto es un mal habito
y a veces me han hecho el
comentario de que el cigarrillo acabará con mi vida y
es cuando me pregunto a mis adentros
“será que eso es lo que deseo?” Una especie de
suicidio socialmente aceptado?
Por qué he decidido escribirte todo esto? Creo que mi
vida debe de tener algún sentido,
algún objetivo, me niego a creer que Dios me hizo
nacer así para sufrir solamente. Así es de que
el destino me hizo toparme con una mujer maravillosa,
Pilar, de Málaga, en Octubre del año
2012. Quien sufre en carne propia lo mismo que tú
estas viviendo en este momento y en su
lucha diaria decidió escucharme y yo a ella.
Compartimos alegrías y muchas horas de llanto. Y al
hablarle de lo que me ha tocado vivir a lo largo de 48
años de dolor interminable, ella
comprendió que era el momento de seguir, de no darse
por vencida, de seguir luchando por su
hija hermosa, pasando por encima de quien se pusiera
enfrente. Demostrando que el amor de
una madre por su hija lo puede todo. Absolutamente
todo. y fue así como entendí que podía
hacer algo por ayudar a los niños y niñas que han
nacido con esta condición. Y estoy dispuesta a
todocon tal de lograrlo.
Al narrar esto, me estoy abriendo ante ti, de capa
entera, sin conocerte. Me expongo ante tí
y me siento muy mal al contarle la triste historia de
mi vida a un extraño. Pero no me importa
sentirme señalada, saber que pueden llegar a pensar
mal de mí. No me importa más.
Mi única intensión es la de evitar que al menos un
solo niño o niña, sufran lo que yo he
sufrido a lo largo de tantos años. Madre mía.
Se que estás pasando por un momento muy dificil en tu
vida. Que te sientes desconcertado.
Hasta enfadado con la vida. Decepcionado por lo que
esperas de tu hijo. El heredero. Que
temes a la burla de tus amigos y al rechazo de tu
familia. Lo entiendo así.
¿Pero te has puesto a pensar que quizá tu propao hija
esté sientiendo lo mismo o más?
¿Te has puesto a pensar en qué es lo que siente tu
hija en este momento ante tu rechazo?
Invariablemente, con tu entendimiento o sin él, con tu
apoyo o sin él, tu hija va a seguir
creciendo y tarde o temprano intentará asumir la vida
como la mujer que es ,tal y como lo hice
yo. Pero para ese entonces tu hija será profundamente
infelíz con un cuerpo masculino,
robusto y varonil.
Ya entonces no podrás hacer más nada por ayudarle a
revertir los terribles efectos de la
testosterona en su cuerpo, aunque así lo desees.
Por eso, aún sin conocerte, es que te invito, poniendo
mi corazón en la mano y suplicandote
en el nombre de tu esposa y de tu hija, que intentes
comprender que ella está sufriendo, que tu
hija está generando una personalidad tímida y retraída
como yo, por temor a perder tu cariño y
no se ha abierto por respeto a ti.
Por favor, ten la sensibilidad de demostrarle a tu
hija lo que vale en realidad el amor de un
padre. Demuéstraselo con hechos, con un abrazo, con
una caricia, entregandole tu amor
incondicionalmente.
Te lo suplico.
Algún día cuando se acerque a ti una hermosa mujer,
felíz, contenta, radiante, orgullosa y
dandote un beso en la mejilla y te diga: “gracias
papá, te quiero mucho” será cuando entonces
puedas darte cuenta que todo, absolutamente todo valió
la pena.
Perdoname que me haya atrevido a dirigirme a ti de
esta manera.
Deseo lo mejor para ti y tu familia.
Marcela Gómez.
muller.reais@gmail.com
© Derechos reservados.
Instituto Nacional de Derechos de Autor
INDAUTOR
A veces da trabajo entender una realidad tan ajena a uno, pero q merece atención, comprensión y apoyo total
ResponderBorrar