Un día oscuro para Europa y
para la Humanidad
El
acuerdo.
Pedripol
19 de
Marzo de 2016
El
Consejo Europeo tomó el viernes 18 de marzo una de las decisiones más tristes
de su historia y una de las más difíciles de explicar desde el punto de vista
del derecho internacional: los 28 jefes de Gobierno y Estado, reunidos junto al
primer ministro turco Ahmet Davutoğlu, autorizaron la deportaciones masivas de
personas que lleguen a suelo europeo a partir del próximo domingo, sin respetar
los procedimientos y normas establecidas en la Convención de Ginebra para los
refugiados que huyen de las guerras. “Es un día oscuro para el derecho de
asilo, un día oscuro para Europa y un día oscuro para la humanidad”, resumió la
portavoz de Amnistía Internacional, Kate Allen.
El
acuerdo, se supone que respaldado por unanimidad, es decir, también por el
Gobierno en funciones de España, que llevaba instrucciones distintas del
Parlamento --IU anunció que estudia emprender medidas legales contra Mariano
Rajoy y el Consejo Europeo--, usa un lenguaje deliberadamente ambiguo y
engañoso, y necesitará de muchas precisiones en los próximos días. Subraya que
“cada refugiado” que llegue a las islas griegas será devuelto a Turquía, pero
no se atribuye a este país la condición de “tercer país seguro” (que solo reúnen
los firmantes de la Convención de Ginebra en su totalidad) y es evidente que
las deportaciones no se efectuarán uno a uno tras examinar sus derechos
individuales, sino de forma masiva.
El
gobierno turco, ayudado por la flota de la OTAN (barcos y helicópteros que
hasta ahora nunca sirvieron para evitar los naufragios), interceptará las
embarcaciones que pueda, y quienes, de todas maneras, consigan llegar a tierra
serán confinados a la espera de su inmediata deportación a Turquía. Las islas
griegas, como explicó un portavoz de la ONG Ayuda en Acción, se convertirán en
campos de internamiento, en los que personas aterrorizadas, refugiados y
migrantes, serán recluidas contra su voluntad y posteriormente expulsadas,
igualmente contra su deseo expreso.
ACNUR, la
agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, mostró inmediatamente su
escepticismo sobre el respeto a las normas de derecho internacional que promete
Europa. Advirtió de que quedan importantes cuestiones legales por aclarar y
dudas prácticas por resolver. Respetar las normas, recordó, exige que el
acuerdo introduzca importantes mejoras en el sistema de identificación de
refugiados que se emplea en Grecia. Según estimaciones oficiales, la Unión
Europea tendría que enviar a 4.000 funcionarios a las islas griegas para
iniciar esos procedimientos legales individuales, pero en el comunicado hecho
público el viernes al término de la cumbre no se habla de nada de eso.
Los
45.000 refugiados que llegaron al país heleno en las últimas semanas serán, al
parecer, realojados en otros países europeos, aunque no se especifica tampoco
cuándo, ni en cuáles. Angela Merkel, la canciller alemana, impulsora principal
del acuerdo, urgió a los 14.000 refugiados que esperan en Idomeni, y cuyas
desgarradoras imágenes difunden desde hace días la mayoría de los medios de
comunicación, a acudir a otros campos instalados por las autoridades griegas a
la espera de ese realojamiento, del que, de momento, tampoco se sabe nada.
El
comunicado alude al famoso “uno contra uno” aprobado ya hace días. Según ese
acuerdo, la Unión Europea se compromete a conceder asilo a igual número de
refugiados sirios que los que sean deportados de Grecia a Turquía, pero
vigilará para que quienes disfruten de ese estatus de refugiado o visado sean
precisamente personas distintas de las deportadas. Se trata de una especie de
medida “disciplinaria” inhumana para quienes se atrevieron a desafiar las
fronteras europeas y las cruzaron por mar o por tierra arriesgando sus vidas en
las más penosas condiciones. Esas personas, hombres, mujeres y niños, serán
rechazados expresamente y se les negará cualquier posibilidad de entrar
legalmente en Europa, que se atribuye la capacidad de aplicar un castigo feroz,
estremecedor, a personas indefensas y vulnerables a las que trata como si
fueran fardos intercambiables y no seres humanos que tienen derechos
inalienables que no pueden depender del ansia ejemplarizante de unos políticos
que han perdido el sentido de lo que se puede y no se puede hacer simplemente
aplicando la razón y la decencia.
Con todo,
la Unión Europea no debe confiar mucho en la eficacia de su acuerdo con
Turquía. Indirectamente calcula que más de 70.000 refugiados llegarán a las
islas griegas en los próximos días y que serán deportados porque, según
asegura, dispondrá de unas 70.000 plazas para implantar ese “uno por uno”
rápidamente. Si se expulsa a 70.000 refugiados sirios que ya se encuentren en
las islas griegas, la Unión irá trayendo, afirma, uno a uno, a otros 70.000
refugiados que se encuentran en los campamentos turcos. ¿Y qué pasará si
llegan, no 70.000 sino 120.000 nuevos refugiados? ¿A donde irá a parar el
dichoso acuerdo?
El primer
ministro turco replicó a las críticas que acusan a Turquía de no ser un país
seguro, de acuerdo con las normas internacionales, con ironía y con un
argumento irrebatible: “Somos nosotros los que tenemos acogidos a 2,8 millones
de refugiados. Los que nos critican deberían darnos una opción mejor”. Erdogan,
el presidente turco, afirmó desde Ankara que la UE no está en disposición de
dar lecciones a nadie porque hasta ahora solo ha acogido "a un puñado de
refugiados".
En el
trasfondo del acuerdo firmado entre la UE y Turquía se encuentra la reapertura
de negociaciones para que Ankara avance en su camino de adhesión a la Unión.
Los turcos podrán circular por territorio europeo desde el próximo mes de junio
sin necesidad de obtener visados. De propina, Europa enviará 7.000 millones de
euros al autoritario gobierno de Erdogan, que acaba de ser denunciado en todos
los foros de prensa libre del mundo por la ocupación de un periódico crítico
con su gobierno.
Ese es el
marco en el que conviene leer el último párrafo, quizás el más cínico y
lamentable del acuerdo, y el que mejor refleja la insostenible posición de los
jefes de gobierno europeos: “Europa espera”, dice el documento, “que Turquía
cumpla sus obligaciones con los derechos humanos”. Hipocresía o cinismo, un
broche perfecto para la crisis que vive Europa, un continente sumergido en un
naufragio ético sin precedentes.
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